sábado, 30 de octubre de 2010

Carlos J. Vargas Mercado

Un 30 de octubre de 1994, mi Dios me otorgó el privilegio de tener un hijo hermoso. Ese niño vino a llenar mis días de felicidad. Contemplar su rostro, sus manitas y sobre todas las cosas, verlo crecer ha sido un privilegio. Hoy mi hijo cumple 16 años y parece que fue ayer. Aunque es casi un hombre, para mí sigue siendo ese niño que llego a llenar mis días de colores maravillosos.

Llegaste a mi vida para quedarte
e iluminaste mís días con tu sonrisa.
La vida me permitió llamarte
y tu nombre alegró mis días.

Hoy solo quiero amarte
y estar a tu lado siempre,
para poder así cuidarte
y hombre de bien saberte.

Pronto tomarás tu camino
y yo seré feliz de verlo,
transformarás tu destino
y no podrás ni tú creerlo.

El tiempo pasa deprisa
y nada lo detiene...
por eso disfruta cada día
porque el pasado no vuelve.

Ama cada instante vivido
y atesora los buenos momentos
aprende de lo perdido
y vive cada uno de tus sueños.

2 comentarios:

LENIN dijo...

decia serrat...

Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma,
con nuestros rencores y nuestro porvenir.
Por eso nos parece que son de goma
y que les bastan nuestros cuentos
para dormir.

Nos empeñamos en dirigir sus vidas
sin saber el oficio y sin vocación.
Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
con la leche templada
y en cada canción.

Nada ni nadie puede impedir que sufran,
que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen,
que crezcan y que un día
nos digan adiós.

Arleen Mercado dijo...

Ciertamente, no podemos impedir que crezcan y que a la larga nos digan adiós... sin embargo, al final siempre vuelven a nuestro lado. Así somos nosotros con nuestros padres... y es lindo saber que están cerca aunque hayamos hecho nuestras vidas y vivamos mundos apartes. Al final del camino seguimos unidos por un lazo más fuerte que la muerte y es el amor.