sábado, 22 de septiembre de 2007

La dicha de vivir

Vivir es una grandeza del Creador. Cada sonrisa, cada lágrima, cada sueño y cada sentimiento que nos mueve es algo maravilloso. Las lágrimas nos permiten acercarnos a Dios, mientras las sonrisas nos permiten retormar las fuerzas perdidas, los sueños nos permiten movernos en una dirección y los sentimientos manejan nuestras vidas. Si dejamos que lo negativo se apodere de nosotros, no podremos encontrar la grandeza de vivir. Si permitimos que el llanto cure nuestras heridas y las sonrisas nos recarguen nuevamente de energías, mientras Dios nos cuida en nuestros sueños, de seguro podremos levantarnos de toda adversidad con la certeza de que las manos del Creador son tan maravillosas como para calmar nuestra sed, mitigar nuestra hambre, levantarnos luego de haber caído, secar nuestras lágrimas y para prepararnos una mansión celestial para que habitemos con él. ¿Quién necesita más en un mundo que es pasajero? Por eso levántate todos los días y da gracias a Dios por la vida. Levántate todos los días y da gracias a Dios por las penas vividas. Levántate todos los días y ofrece en tus oraciones tus sueños y metas. Levántate cada día y entrega tu vida en las manos del Señor. El Padre siempre está a tu lado para llenar tu vida cuando la sientes vacía. Es él quien nos mueve y nos da la salud para seguir luchando. Sólo tienes que creer con fe y entregar tus preocupaciones y tristezas sobre sus hombros. Para Dios no hay carga pesada. Lo más pesado lo cargo sobre la cruz el día en que dio su vida por nosotros. En sus hombros estaba no solo una cruz de madera, sino los pecados de toda la humanidad. Nuestros pecados y nuestras tristezas son pocas, si pensamos en los de toda una humanidad en los hombros de un solo hombre. Ese Dios que se hizo carne para venir a nosotros y demostrarnos que nuestras cargas son pequeñas comparadas con las que él estuvo y está dispuesto a cargar. Hoy es un día para vivir, para demostrar al cielo que estamos agradecidos por todo lo que tenemos. Darle gracias al Dios que habita en los cielos por levantarnos nuevamente para seguir luchando en un mundo que parece derrumbarse en pedazos. Tenemos que ser diferentes, no podemos permitirnos ser piedras de tropiezo, sino ser esa luz que ilumina senderos y que transforma vidas con el ejemplo.

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